El auge de la economía
austera
Columnista invitado
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EN UN ENSAYO FAMOSO DE 1937, EL economista Ronald Coase argumentaba que la organización piramidal de las economías occidentales, donde unos cuantos productores están en la cima y millones de consumidores pasivos están en la base, se debe a la existencia de costos de transacción —los costos intangibles asociados con la búsqueda, negociación, toma de decisiones y aplicación—. Sin embargo, como internet, las tecnologías móviles y las redes sociales están eliminando casi por completo dichos costos en muchos sectores, a esta estructura económica no le queda más remedio que cambiar.
EN UN ENSAYO FAMOSO DE 1937, EL economista Ronald Coase argumentaba que la organización piramidal de las economías occidentales, donde unos cuantos productores están en la cima y millones de consumidores pasivos están en la base, se debe a la existencia de costos de transacción —los costos intangibles asociados con la búsqueda, negociación, toma de decisiones y aplicación—. Sin embargo, como internet, las tecnologías móviles y las redes sociales están eliminando casi por completo dichos costos en muchos sectores, a esta estructura económica no le queda más remedio que cambiar.
En Estados Unidos y Europa,
nuevos ecosistemas de valor dirigidos por consumidores están poniendo en
entredicho las cadenas de valor de integración vertical controladas por grandes
compañías, pues en estos nuevos ecosistemas se permite a los consumidores
diseñar, construir, comercializar, distribuir y comerciar bienes y servicios
entre sí. Este enfoque de creación de valor existe debido a redes horizontales,
así como a plataformas “hágalo usted mismo”, que componen las bases de la
economía “austera”.
Hay dos factores que están
estimulando el crecimiento de la economía austera: una prolongada crisis
financiera que ha debilitado el poder adquisitivo de los consumidores de clase
media, y el creciente sentido de responsabilidad ambiental de dichos
consumidores. Ávidos por ahorrar dinero y minimizar su impacto ecológico, los
consumidores están renunciando a la propiedad individual a favor de un acceso
compartido.
Como están las cosas, cerca
del 50% de los europeos piensan que dentro de 10 años, los automóviles serán un
producto de consumo “compartido”, en lugar de un bien individual, y 73%
pronostican el rápido aumento de servicios de automóvil compartido. BlaBlaCar,
la empresa líder en Europa de autos compartidos, ahora transporta más pasajeros
mensualmente que el Eurostar, el servicio de tren de alta velocidad que conecta
Londres, París y Bruselas. Y Uber está provocando pánico entre las compañías de
taxis.
Este cambio de orientación en
las actitudes de consumo se extiende más allá del transporte. El servicio entre
iguales de alojamiento compartido, Airbnb, ahora renta más noches de
alojamiento por año que toda la cadena de hoteles Hilton. Se prevé un aumento
espectacular del mercado global de productos y servicios compartidos, que
pasará de los US$15 mil millones hoy a US$335 mil millones para 2025, sin
necesidad de inversiones significativas. La Comisión Europea estima que los
servicios compartidos entre iguales se convertirá en una fuerza económica
transformadora.
La naturaleza de las redes
horizontales respalda esta previsión. Al permitir a las personas comunes hacer
cosas en su hogar que hace una década sólo los científicos podían hacer en
laboratorios grandes, la economía de internet está reduciendo los costos de
I&D, el diseño y la producción de nuevos bienes y servicios. Ahora los
clientes pueden diseñar productos de nivel industrial mediante talleres
compartidos de alta tecnología equipados con routers CNC, cortadores láser e
impresoras 3D.
Estos cambios están
impulsando el llamado “movimiento de creadores”: una legión de inventores que
colectivamente pueden crear productos más asequibles y de mejor calidad más
rápido que las grandes compañías. El movimiento de creadores y las plataformas
de servicios compartidos entre iguales están empoderando a los consumidores,
antes pasivos, para convertirse en proconsumidores (“prosumers”), engendrando
así una economía austera que puede crear valor de forma más eficiente,
rentable, incluyente en términos sociales y sostenible.
Reconociendo estos beneficios,
algunas comunidades están apoyando activamente el movimiento de creadores y
acelerando el desarrollo de economías austeras. Por ejemplo, alcaldes de
ciudades importantes —incluidas Nueva York, Tokio, Roma, Santiago y Oslo— están
tratando de organizar las Maker Faires (Ferias de creadores), donde los
ciudadanos ordinarios exhiben su ingenio y se relacionan con otros creadores.
En junio pasado el presidente
de EE.UU., Barack Obama, organizó la primera Feria de Creadores de la Casa
Blanca, donde declaró que “El DIY de hoy es el ‘Made in USA’ de mañana”. Bill
Blasio, alcalde de Nueva York, decretó que la semana del 15 al 21 de septiembre
de 2014 fuera la “Semana del Creador”, y Xavier Trías, alcalde de Barcelona,
quiere crear una “Fab City” (ciudad de fabricación). En Vauban, un barrio de la
ciudad alemana de Freiburg, el 65% de la electricidad se produce mediante
paneles solares y los habitantes han establecido y operan una planta de
cogeneración. Y Helsinki está creando un sistema de “movilidad a la carta” que
combina con fluidez múltiples servicios de transporte compartido y público en
una sola red de pago, con el objetivo de eliminar los automóviles privados para
2025.
Una economía austera que se
organice a sí misma podría generar miles de millones de dólares y crear
millones de empleos en el mediano plazo. Pero, por supuesto, habrá perdedores:
las grandes compañías occidentales cuyos modelos empresariales de “más por
más”, respaldados por enormes presupuestos de I&D y estructuras
organizativas cerradas, no están diseñadas para satisfacer las necesidades de
los clientes conscientes de los costos y de los aspectos ambientales que buscan
más por menos. Para sobrevivir, estas empresas tendrán que reconvertirse en
empresas austeras que integren en sus cadenas de valor a los “proconsumidores”
empoderados digitalmente y tratar de responder a las necesidades de modo más
eficiente en materia ambiental y de costos. La transición a una economía
austera ya se está dando. Las empresas tradicionales deben sumarse o corren el
riesgo de volverse obsoletas.
Por: Navi Radjou - Jaideep
Prabhu
*
Navi Radjou es un consultor en innovación y liderazgo en Silicon Valley.
** Jaideep Prabhu en profesor en la Escuela de Negocios de la Universidad de Cambridge
** Jaideep Prabhu en profesor en la Escuela de Negocios de la Universidad de Cambridge
Es muy interesante e importante lo que plantea el columnista invitado, ya que nos invita a dejar de ser consumidores pasivos y cambiar nuestra forma de pensar y de actuar, nos muestra que en el mundo ya se esta dando el cambio de consumidores pasivos a proconsumidores lo que hace que la economía actual se convierta o pase a ser una economía austera en la que importa es tratar de compartir en la medida de lo posible la mayor cantidad de bienes y servicios, de esta manera disminuyendo los costos y que nosotros como consumidores propongamos y desarrollemos productos de mejor calidad y que no afecten al ambiente. Que bueno seria que dejáramos de ser la base y empezáramos a ser parte de la cima, pero para ello se requiere cambio de mentalidad y ganas de lograrlo.
ResponderBorrarcomo dice el articulo del columnista invitado, creo que la economía ha ido cambiado, como por ejemplo, como dice el articulo"la economía de internet" porque esta está reduciendo la producción de nuevos bienes y servicios. al parecer los servicios compartidos están siendo consideradas como una fuerza económica transformadora, ya que de ese modo como dice la compañera Maritza de ese modo se esta disminuyendo los costos.
ResponderBorrarde todo esto podemos decir que hay que dejar de lado ser un consumidor pasivo y dar paso a hacer las cosas por nosotros mismos, siendo parte del movimiento de creadores, porque eso nos permitirá tener un nuevo enfoque, siendo la economía austera una forma de generar mucho mas ingresos en un tiempo mas corto.