Marisol
Buitrón Cabezas.
Desde el punto de vista
funcional, la agricultura se propone no solamente producir alimentos entre
otros de sus productos de materia prima, sino producir en cantidad suficiente,
de buena calidad y, a precios favorables para productor y consumidor; en este
sentido la economía entra a jugar un papel muy importante emparentando con la
visión futurista del agricultor.
A razón de crear satisfacción
a las dos partes, se ha ido en busca de mejorar la producción en pos de la
cantidad y los costos sin afectar la calidad y, en lo posible, mejorarla; lo
cual ha conllevado a ciertas variaciones en las prácticas de esta cultura,
viéndose consecuencias poco tardías que se reflejan en la degradación ambiental
y daños en la salud humana; bien es cierto que no es mala la intervención de la
ciencia es más, se ha logrado disminuir riesgos y amenazas en la alimentación
humana, descubrir el aprovechamiento biológico de los mismos y la nutrición en
si como ciencia; tras años de investigaciones; lo malo ha sido el abuso y mal
enfoque de estos estudios. Tal es la mala orientación que a raíz de buscar un
beneficio propio, lo cual tampoco es malo, insisto, malo es abusar; hoy en día
existen formas y modelos económicos tras la situación que lejos de mantener la
cultura del agro; proponen técnicas como el uso de productos fitosanitarios,
transgénicos, monocultivo, entre otras, que provocan revoluciones en los
suelos, ecosistemas y en la vida como tal. Al respecto hablemos de Monsanto
que, lejos de ser un buen mediador de la producción agrícola, se ha planteado
como un monopolio, pues bastante hemos escuchado respecto al tema de los
transgénicos y su imposición en mercados extranjeros, no lejos de llegar a
nuestro territorio como único proveedor de “bienes y servicios del agro”.
Volviendo al tema de la
producción agrícola, debemos tener en cuenta que la responsabilidad es de quien
explota en sentido del cuidado de las bases vitales naturales, y principalmente
del consumidor final quien debe exigir productos sanos y seguros, aunque el
desarrollo económico no nos permita diferenciar y reconocer los aspectos reales
de la calidad.
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